¿Tiene hora? No, no fumo, gracias.
Este domingo decidí ver la entrevista o conversación de Risto con Pablo Iglesias en su programa Viajando con Chester, a su vez en la Sexta Ana Pastor hablaba con Más. Dos personajes públicos no exentos de polémica pero con una misma necesidad; el diálogo.
Oigo hablar de diálogo; entre el pueblo y políticos, partidos, países en guerra, trabajadores y empresarios, medios de comunicación y espectadores, bancos y usuarios, religiones, catalanes y gobierno, entre parejas, padres e hijos… etc. En todos y en especial en estos grupos es necesario el diálogo.
Y en ese falso diálogo, si con suerte se produce, cada uno suelta su perorata quedándose más o menos satisfecho con alguna o varias de estas intenciones: desahogarse, reafirmarse en su pensamiento, destacar en el arte de la retórica, aumentar su ego, entretener al espectador y/o convencer al otro.
Y así, sin ninguna conclusión termina el falso diálogo y cada cual, con su monólogo aumentado vuelve con los de su palo, comenta la jugada y sigue retroalimentando su postura.
Pero todo esto carecería de importancia si no fuese por la estúpida manía de odiar al que no piensa como yo. Los abortistas odian a los próvida, los ateos a los religiosos, los de izquierdas a los de derechas, los de la ser a la COPE, los del Barça a los del Madrid, los de Twitter a los de Facebook, los de MAC a los de Windows, los ex Campistas a los ex Ripollistas, los de los documentales de la 2 a los de Gran Hermano, los de ibuprofeno a los de paracetamol… así hasta el infinito y más allá y en algunos casos viceversa.
¿Quién dijo que para comunicarse, crecer, estar en paz, gobernar, convivir, respetar, querer era necesario estar de acuerdo?
Un diálogo no son dos monólogos, sino una búsqueda, un camino y un encuentro; búsqueda de la verdad, camino al entendimiento y encuentro con la tolerancia.
Por favor, cuando dialoguen háganlo, pero de verdad.
Tema: ¿Tiene hora? No, no fumo, gracias.
No considerar idiotas de partida a los demás
Pero es que el trabajo de los políticos no es entender. Es atraer acólitos. No se trata de llegar al lugar común, sino de que atraer cuanta más gente al mío. No es sorprendente que no puedan aceptar en público que igual se puede opinar distinto sin ser un cabrón.